sábado, 23 de mayo de 2009

Ginés de Villaviciosa y Zorrilla, monje de la pluma y poeta del vicio

Sin ti
el tiempo
es empo
para mí.


El autor de tan grandes palabras, artista de la plurisignificación, que se transluce en estas líneas tan simples como profundas, nació en Valladolid, en el año de 1561, el mismo día en que comenzó el llamado Conflicto de Vallaespina, entre España y Francia. La historia de su concepción es dramática. Se cree que su madre, Manuela de Villaviciosa, que entonces contaba sólo con quince años, estando en la flor de su edad, fue víctima de un gangbang perpetrado por tres soldados, presuntamente el famoso poeta Joaquín Esteban de la Fuente y sus hermanos, Valeriano y Sebastián Ignacio. Aunque esto nunca pudo ser demostrado, Ginés de Villaviciosa debió cargar con el estigma de ser hijo de ramera, durante toda su vida.
La infancia de de Villaviciosa y Zorrilla fue dura. En su adolescencia, conoció las letras al ingresar a la universidad de Salamanca, donde trabó contacto entre otros con el laureado poeta Luis de Góngora y Argote. Influenciado por este, decidió tomar los hábitos, poniéndole fin a una historia breve aunque intensa de libertinaje. Sus primeros trabajos se centran en lo que se ha dado en llamar poesía casticista. Rompió sin embargo su relación con Góngora luego de la publicación de la obra “Soledades”, de fuerte inspiración Delafuentista. A lo largo de su vida, Ginés de Villaviciosa y Zorrilla encarnó la oposición total a los ideales estéticos y a la figura de Joaquín Esteban de la Fuente. Su primera obra, “El bufón del Villorrio” fue una ácida parodia de “El cómico de la aldea”. Casualmente, el protagonista de la obra de Ginés de Villaviciosa y Zorrilla lleva el nombre de Joaquín Esteban Viciosa, y es caracterizado como un libertino sin valores ni talento. Tal desprecio por los hermanos de la Fuente lo llevó, según se cree, a adquirir y destruir muchas de las pinturas de Valeriano, e incluso a causar la muerte de Sebastián Ignacio, el cual pereció envenenado con dibromuro de litio. A medida que comenzó a subir su poder adquisitivo, comenzó a alejarse paulatinamente de la religión, y en 1602, volvió a la senda de los placeres.
Pese a estos enfrentamientos, y a su errático modo de vida (fue un libertino el primer cuarto de su vida, luego fue monje, luego volvió al libertinaje, y falleció semanas después de su nueva ordenación), su talento poético le ha ganado un lugar especial en la literatura española, junto a grandes figuras como Francisco de Trillo y Figueroa, Jerónimo de Arbolanche, Gabriel Bocángel, el Conde de Villamediana, fray Antonio de Guevara, Ambrosio Montesino, Ludovico Ariosto y Miguel Cejudo.
A pesar de lo agitado de su vida, y de sus numerosas ocupaciones, su arsenal de obras es más bien amplio: escribió 417 novelas, 3469 poemas cortos, 813 cuentos, 14 tratados místicos y 8 obras de teatro. Entre sus obras más desconocidas, resaltan la “Gesta del Mío Cobani”, “Miriendas del Ingenio y Divertimentos del Buen Gusto”, “la Brujica Simpática”, “El Enemistocón”, “Saverio el Conocedor” el primer ejemplo de comedia gnoseológica de que se tenga noticia. Asimismo, innovó en diversos géneros, como por ejemplo la tragedia ortodoxa (“El Suplicio del Monaguillo”), la mojiganga romana (“Meretrices Asequibles”), la comedia jurídica (“El Abogado Fiel”), la romanza interracial (“La Gitana y el Moro”) y la tragedia soporífera (“El Sueño es Vida”, que inspiraría a Pedro Calderón de la Barca).
El prolífico poeta castellano murió en 1638, en Valladolid.
A continuación, su obra más personalmente íntima y conmovedora.

Canto a Valladolid
Valladolid, ciudad de cortesanos,
Don Pedro te ha legado su palacio.
Valladolid, poblado de pasiones,
Abundan tus iglesias y mansiones.
Valladolid, poblado tan soberbio,
Sobrevivió catástrofes e incendios.
Valladolid, emperatriz del valle,
Colón ha fallecido entre tus calles.
Valladolid, metrópoli pionera,
¡Ostras! Plaza Mayor fue la primera.
Valladolid, a orillas del Esgueva,
Donde se baña el siervo de la gleba.
Valladolid, te riega el Pisuerga,
Repleto de naves de grandes vergas.
Valladolid, con bellas campesinas,
Monjas, artesanas y adivinas.
Valladolid, tierra casta y virtuosa,
Repleta de mujeres laboriosas.
Valladolid, de grandes acequias,
Donde ya no es legal la sodomía.
Valladolid, al mar eres esquiva,
En medio de Iberia eres diva.
Valladolid, en la cuenca del Duero,
Allí hay menos barcos que cuberos.
Valladolid, tu luz siempre se asoma,
En medio ‘e la meseta, ni una loma.
Valladolid, con lumbres de alegría,
Cuando quemáis herejes en la pira.
Valladolid, la joya de Castilla,
Lo dicen los borrachos mientras pillan.
Valladolid, aldea llena ‘e gente,
Todos cruzan el Puente del Poniente.
Valladolid, ciudad con mucha historia,
¡Pardiez! Nada me viene a la memoria.
Valladolid, lo dicen en Toledo,
Decir Valladolid no es mal agüero.
Valladolid, de todas las ciudades,
Aquella que descolla en lupanares.
Valladolid, poblado importante,
Se cree desde Valencia hasta Alicante.
Valladolid, con jardines gigantes,
Tanta vegetación ya es extenuante.
Valladolid, hogar de este poeta
De rima inteligente y pluma inquieta.
Valladolid, con muy bellas plazuelas,
Muchos teatros y ninguna escuela.
Valladolid, con tus bellas carrozas,
Aunque a mi parecer no son gran cosa.
Valladolid, sabrosos son tus peces,
Pero los pescadores son soeces.
Valladolid, urbe altisonante,
Do viven mozalbetes y tunantes.
Valladolid, vivo en Valladolid
No sé con qué rimar Valladolid.
Valladolid, el futuro te espera,
Quemando más herejes en la hoguera.

Imagen: “Retrato de Ginés de Villaviciosa y Zorrilla”. Pintura de Diego Rodríguez de Silva y Velázquez. 1621.

6 comentarios:

Joan Manuel Perales dijo...

Genial información. Desconocía a dicho autor. Se agradece.

José Agustín Federico Montero dijo...

Me permito citar un poema de Jerónimo de Arbolanche en el cual es evidente la influencia del estilo del generosísimo Ginés de Villaviciosa y Zorrilla sobre la obra inicial del primero. Sabe quién, si no, haya plagiado el tudelano al vallisoletano.

O, Tudela, tú bien lo sabes.
Cantaban las aves
con el buen pastor
herido de amor.

Si en la primavera
canta el ruiseñor,
también el pastor
que está en la ribera,
con herida fiera,
con grande dolor,
herido de amor,
allá por Tudela.

Los peces gemidos
dan allá en la hondura
en robles crecidos,
los cuales, movidos,
siguen al pastor
herido de amor,
Tudela y el río.

Los claros corrientes
montes y collados
praderas y prados,
cristalinas fuentes,
estaban pendientes
oyendo al pastor,
herido de amor,
en Tudela, dementes.

Julio Florencio Denis dijo...

Excélico escrito el Vuestro Señor Ximeno Fortuñón. Regradezco doblemente la Vuestra magnácida voluntad al compartir las informaciones de estos crepúlidos pensadores y vezancios artistas desconocidos.
Es Usted un auténtico cronopio, ¿comprende?

Sam (el negro que tocaba el piano en Casablanca) dijo...

Increible, sencillamente increible. Doctor Ximeno, usted siempre se las ingenia para sorprendernos con nuevas piezas de información maravillosas. Lo admiro, lo aplaudo y lo deseo (físicamente)

Anónimo dijo...

cuidado

Jorge Idolo dijo...

Fascinantástico! Usted realmente se ha sobrepullado una vez más, ha violenciado los límites de la calidad instaurados por usted mismo, y se ha revelado como un Magister Supremis Literatis.
Ave, Ximeno!